La toxina botulínica, también conocida como Botox®, es una neurotoxina derivada de la bacteria Clostridium botulinum. En el mundo de la cosmética se utiliza para disminuir la aparición de las arrugas de expresión asociadas a la edad. En el área de la medicina también tiene numerosas aplicaciones. En concreto, en el campo de la neurología se utiliza en las siguientes enfermedades:
- Migraña crónica
- Neuralgia trigeminal
- Blefaroespasmo
- Tortícolis y otras distonías focales
- Espasmos hemifaciales
- Espasticidad
- Hiperhidrosis (sudoración excesiva)
- Sialorrea (salivación excesiva)
En estas entidades, el tratamiento con infiltración de Botox® se considera seguro y eficaz, siendo el efecto adverso más común la debilidad muscular, que suele ser leve y transitoria. Dado que el organismo degrada la toxina, al cabo de unos meses pierde su efecto, requiriendo una nueva infiltración.